El día después
Todo el mundo con ganas de informarse, lo ha visto,
no hay que remover y cebarse en las imágenes truculentas, que se han hecho
virales, a pesar de que el gobierno central, parece que estaba jugando al mus.
Ellos sólo hablan de los delicados cuerpos de
seguridad del estado, que estaban para salvaguardar el civismo y facilitar el
libre tránsito de las personas ancianas que ese día, en un brote de nostalgia
infantil, pretendían volver a la escuela.
Un bloguero no es un periodista, ni un crítico de
arte, ni de cine ni de nada, tampoco un sociólogo o politólogo, es una persona
normal, con la sensibilidad suficiente, para expresar las emociones del día a
día, por escrito, en su ventanita de Internet.
Por ello os cuento como viví, lo que con el tiempo,
se convertirá en una jornada histórica, en la que una gran mayoría de la
población adulta, se comprometió con su pequeño país.
Tras una cena familiar, el sábado noche, en un lugar
recóndito y coqueto del Raval barcelonés, en el cual se evitó conversar en lo
posible, del gran tema que acapara todo tipo de tertulias, nos dirigimos
paseando bajo una hermosa Luna creciente, a la Escola del Treball, en el Eixample,
donde unos sobrinos de mi pareja, estaban en plan okupa, para evitar el cierre
del centro, donde estaba previsto poder votar la mañana siguiente.
Nos quedamos asombrados del ambientazo que había,
mucha gente, joven y no tan joven, incluidos carrozas de mi generación recordando
batallas pasadas.
Un conjunto musical, Mishima, deleitaba y animaba a
los que estaban ahí, muchos de los cuales tenían previsto pasar toda la noche.
Un ambiente muy festivo, de euforia contenida, con
algo de miedo, por las posibles actuaciones que pudieran pasar, en el intento
de boicotear el referéndum.
Ni por asomo, nadie podía pensar ni imaginar la barbarie
que vendría después. Sobre todo el abuso de fuerza en los centros con poca
gente o los situados en pueblos con poca población. Las fuerzas de ocupación,
actuando a su salvaje antojo.
Penosa la actuación del ilustre delegado del gobierno
de Madrid en Catalunya, justificando y mintiendo sin reparos, sobre lo que estuvo
sucediendo ayer aquí, en su tierra.
Tras estar escuchando un intento de concierto, sin
los requisitos necesarios para que fuera tal, pero muy emotivo, nos dirigimos,
otra vez andando, hacia otro barrio, Gracia, donde pernoctábamos. Todo
tranquilo.
El “Gran Día” amaneció lluvioso, las noticias corrían
vía WhatsApp, no eran buenas, los incidentes se sucedían, mi compañera
optimista por naturaleza, apremia para ir a votar, diciendo que en Gracia no se
atreverán, por ser un barrio muy peculiar, con calles estrechas y plazas
recoletas.
Ahí vamos, cuatro horas de espera, nadie cede, todos
esperando, a ratos bajo el paraguas, a ratos paseando arriba y abajo.
Conectando el móvil lo justo para permitir que la señal llegue al centro, con
serios problemas de boicot en la red.
Tras la votación, una sensación de alivio y de deber
cumplido, casi diría que con más emoción que la primera vez que lo hice, tras
una dictadura que parecía eterna.
La petición era volver a la hora del cierre de los
colegios, para evitar el posible asalto, de las fuerzas incívicas de
inseguridad estatales, obsesionadas con la destrucción e incautación de todo
material que oliera a permitir la expresión de la democracia.
Y así, más horas en la calle, con música enlatada
ofrecida desde un balcón, todos en la calle, obstruyéndola para evitar el
asalto.
En esto una sirena que viene, unas luces reflectantes
centelleando, es una ambulancia de los bomberos, se abre un pasillo y se les
aplaude, son de los nuestros.
Tras
el recuento, salen los componentes de las mesas, ovacionados y agotados, por
las tensiones y el mucho rato encerrados.
Por megafonía recitan los resultados,
euforia entre los presentes, todo el mundo contento. Bueno, menos los que ya
sabemos, pero esos niegan todo lo sucedido.
Para ellos, no ha habido referéndum, ni cargas,
ni heridos, ni nada de nada, este es el mejor de los mundos posibles.
Por eso nos queremos ir.
Sarrià, 2 Octubre 2017