FIRMA

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Últimamente hay mucho uso de la biblioteca en su apartado de zona tranquila para leer, escribir cómo es mi caso o estudiar que son mayoría.

Está lleno de jóvenes que ocupan las mesas escritorio, con todo tipo de apuntes y temarios, ordenadores y estuches, auriculares y móviles, más la consiguiente mochila y prenda de abrigo, por si no lo sabían aquí llego el otoño.

Predomina el género femenino,  para mí es estupendo; sentirse rodeado de señoritas, siempre es agradable.

Veo como utilizan los rotuladores fluorescentes a una velocidad de vértigo, marcando los párrafos que les interesan, intercambiando los colores, con el chasquido tan coqueto y sorpresivo que te hace mirar con cara acre a la susodicha, ajena a todo con sus oídos taponados.

Todos están preparándose para la convocatoria del Mir, ese examen que decide el futuro de las próximas hornadas de médicos.

La educación no es lo que más priva entre la gente joven, es una más de las cosas que han ido abandonando las escuelas y las familias no están para esas nimiedades.

Eso hace que te sientas invadido en  tu espacio personal y a veces un tanto incomodo. Pero a ellos no les preocupa en absoluto y como máximo te dedican una sonrisa de disculpa.

Entonces es cuando pienso, qué uno de ellos, cuando me toque, quizás firme mi acta de defunción estando de guardia una noche cualquiera de un día cualquiera, en un centro cualquiera.

Y no sabrán que era aquel señor tan puesto, sentado en una esquina de la mesa escritorio, observando su invasión con condescendencia, para que pudieran prepararse para tamaña firma.

Bracelona, 6 Octubre 2016.