Un pequeño recorrido por Age, Alp, Escadarcs, Puigcerdà, Queixans, Urtx, El Vilar D'Urtx,
Un lugar privilegiado para pasar unos días de despiste, en plena canícula veraniega en nuestro caso y todo el año para los que puedan o sean amantes de los deportes de invierno.
Desde mi paso, parece ser que definitivo, a la situación de peatón, este año subimos en tren, no en uno cualquiera, cómo pudiera ser el que te lleva de Viena a Salzburgo o incluso el de Bruselas a Brujas, por ser ejemplos recientes conocidos. Sino uno capaz de retrotraerte en el tiempo, para recordar nuestra más tierna infancia.
Aquella en la que veíamos pasar el convoy camino de Francia, cuna de cultura y libertad inalcanzables para nosotros, en la que saludábamos al personal de cocinas con sus blancos e inhiestos gorros, los cuales correspondían a la chiquillería con entusiasmo de estrellas.
Así que, tras tres intensas horas, para sus poco más de 150Km, se llega fresco como una lechuga recién cogida con el rocío de la mañana.
El sacrificio vale la pena. Puigcerdà nos espera y para hacerle buenos honores, buscamos el lugar adecuado para ello, encontrando un lugar en donde cuando pides un entrecot al punto, pero un poco menos, te lo traen tal cual lo has pedido, no como la típica y tópica suela de zapato, ni tampoco aquel que te produce una extraña sensación cuando al cortarla te parece oír las quejas agónicas del animal.
Tras recuperar las fuerzas necesarias, nos dirigimos al lugar donde pernoctaremos, tras contratar un taxi conducido por un ser autóctono que no parece conocer excesivamente bien la climatología del lugar.
Ya en la casa rural, digna de una buena colección de fotos, en la que el dueño estaba regando con entusiasmo, desautorizando la versión anterior de rayos y truenos e inundaciones varias, dada por el conductor optimista.
Nosotros vamos a lo que toca, a lo nuestro, instalarnos en la habitación, explorar el entorno, reconocer sus bellas vistas, contactar con amistades, trasladarnos otra vez a la capital de la comarca, pasear haciendo el turista por el lago y sus alrededores, sentarse a disfrutar de un rooibos bien servido en un jardín con encanto, en una vieja mansión reconvertida en hotel de categoría.
Luego tras platicar sobre todo aquello que desconocemos, pero con pose profesional, regresamos al pequeño pueblo a descansar, es un decir, de nuestras neuras ciudadanas.
En fin, es de agradecer estar por varios de los lugares del entorno, gracias a la buena disposición de amigos y familiares, pues no deja de ser un placer, recorrerse los pueblos de la Cerdanya, cada uno con sus pequeñas diferencias, pero para ello es mejor tener un medio de transporte.
Estar con amigos y familiares, en esas comidas cada vez más difíciles de conseguir. El ritmo de vida en la ciudad cada vez lo propicia menos, pues no en vano la dispersión geográfica se ha impuesto cada vez más. Todos alabamos a la ciudad de los prodigios, bueno ahora menos gracias a las directrices del consistorio municipal, pero siempre a la que se puede se sale zumbando de ella.
El encuentro con amigos y familiares, a los cuales robarles un poco de tranquilidad, siempre es satisfactorio. Por algo no hay nada mejor que ir de visita.
Solamente deciros que perderse por La Cerdanya, es un placer de obligado cumplimiento.
Age, 16 agosto 2021