A raíz de ir a ver y conocer un poco la obra y labor pedagógica de Paul Klee, paseé, remiré, redescubrí y me escandalicé una vez más, con la obra de Joan Miró, uno de los popes de la pintura y escultura de este país.
Sí, porque hay en sus obras momentos para todo, nunca sales decepcionado, aunque hay algunas que exigirían una explicación, que nadie salvo su psiquiatra, quizás pueda dar.
Sólo os puedo decir que cuando las vi, allá por los albores del fin de mi adolescencia, me provocaron un fuerte dolor de cabeza, que a veces aún recuerdo con pesar, aunque ahora soy capaz de mirarlas sin intentar pensar en nada de lo que le llevo a ofrecernos ese capricho.
Pasear por ese edificio ya es toda una buena y reconfortante experiencia, sumergirse en el mundo de Miró, de sus pinturas y esculturas, mostradas con la aparente humildad de quién ha dejado olvidadas sus pertenencias por diversos rincones de la casa para que te las vallas encontrando y maravillen al niño que aún llevamos dentro.
Hay diversas obras en la colección permanente, de otros autores, que no podemos obviar, pues son un regalo importante, el poder apreciarlas imaginando la mirada admirativa y cómplice, de Joan Miró depositadas en ellas.
Contemplar la ciudad desde este lugar, es una panorámica sin parangón, sus esculturas resaltan más al aire libre, porque están hechas con la sensación de libertad total.
Como nunca llueve a gusto de todos, decir que un edificio que está básicamente diseñado para captar la luz, al menos eso se deduce viendo la configuración de su azotea y de sus oberturas al exterior.
¡Están cerradas a cal y canto!
¡Sin comentarios!
Barcelona, 26 noviembre 2022