EL REGRESO
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Bilbao (Ría)
Salimos de Bilbao lo suficientemente pronto para saborear el fresco que hay de buena mañana, la sensación es de haber estado sobre el famoso tambor de hojalata dejado sobre un fuego que no se apaga nunca. Es curioso salir de una capital del norte con la sensación de haber estado en el sur del sur.
Donostia (Bahía de la Concha)
Nos encaminamos hacia Donostia, esa hermosa ciudad que en los mapas escolares ponía San Sebastián, que siempre se asocia a un soldado romano asaetado con saña por sus compañeros.
Eso implica ir acercándose al mar, ese que promete algo de fresco añadido, gracias a su brisa cariñosa. Una ciudad por la que tengo un cariño especial surgido al final de mi infancia y que no ha decrecido a lo largo de los años, sino que más bien se ha ido intensificando a pesar de que no he subido a verla todas las veces que me hubiera apetecido. Pero estar ni que sea unas horas y contemplar su mar a través de sus ojos es un privilegio.
Chillida (Peine del Viento)
Desayunamos en uno de sus lugares cásicos, al lado del puente Kursaal y luego nos encaminamos hacia la playa de Ondarreta para rendir homenaje a la obra de Chillida y comprobar su estado de degradación enfrentada a ese mar tan bravío que puede con todo.
Tras caminar entre la multitud que acude a darse un baño, nos llegamos hasta “El Peine de los Vientos” está algo más oxidado e incluso más retorcido que mi último recuerdo, aunque sé que eso es imposible, pero la obra de Chillida está viva y se puede permitir lo que quiera.
San Sebastián (Playa de Ondarreta)
Luego enfilamos la carretera hacia Pamplona, la salida está tan bien indicada que nos permite hacer un recorrido extra por la ciudad y contemplar algún barrio más de los inicialmente previstos.
Comida en la carretera
Ya bien encaminados, nos hacemos los reyes de la carretera, donde vemos la envidia que damos con nuestra cara de felicidad absoluta de estar expuestos al sol sin techo ni paredes metálicos, como los que nos miran desde sus peceras con clima artificial.
Hacemos una parada técnica de supervivencia, en un recóndito lugar, dónde nos atiende un tanto fuera de lugar, un chino super amable, dispuesto a hacer cualquier cosa que nos pueda apetecer, sin dejar de sonreír mientras ofrece sus posibilidades. Elegimos algo de lo más autóctono y suponemos que extraño para él, pero el resultado es muy bueno.
Royal Enfield
Mallos de Riglos
Por la ruta vamos viendo espléndidos paisajes e incluso un lugar muy reconocido para la práctica de la escalada. Los Mallos de Riglos, siempre vigilantes del río Gállego.
Hotel en Huesca
Ya llegados a Huesca, el termómetro se niega a subir más, sabe que no lo resistiremos y nos da una tregua, se queda en 38º se lo agradecemos tomándonos unas cervezas bien frescas en un oscuro pub del centro, al cual llegamos tras una intensa exploración por todo en el entorno, poco concurrido dado la climatología.
Tras una cena no recomendable para estómagos delicados o pusilánimes, nos vamos de retiro con la sensación de que así no vamos a mejorar nuestras estilizadas figuras.
Ante la Paeria de Lleida
Al día siguiente, recuperada las buenas sensaciones viajeras, partimos hacía Lleida, ya por vías más concurridas y tradicionales, esperando no acabar fundidos en el asfalto.
Llegamos a la ciudad en la que el sol es el rey absoluto de la situación y tras dejar la moto bajo un árbol comprensivo, recorremos sus calles, agazapados bajo las pocas sombras que puedan cobijarnos, mientras se oye claramente como las baldosas del pavimento se hermanan gracias al calor.
Incluso tenemos ánimos de subirnos a la Seu Vella, por aquello de ser turistas de pro admiradores de piedras centenarias.
La panorámica sobre la ciudad, también hace valer el llegarse al lugar.
Indíbil y Mandonio
&
(El Autor chupando cámara)
Después, puestos a pasar las penurias de una ola de calor que no da tregua, preferimos morir en una sola etapa sin interrupciones y decidimos no parar hasta la meta y comer en Barcelona.
Lo cual es un acierto, por el lugar, la oferta y saber que no pondremos nuestro honroso culo otra vez sobre una paella ardiendo.